17 de octubre de 2011

Historia del punk en México contada por ellos mismos

Si hace años Legs McNeil y Gillian McCain delinearon la historia oral del punk-rock de Nueva York a Londres, partiendo de mediados de los años 60 hasta casi el presente, con eso de los revivals y nuevos aires zombie-punks, ¿por qué dos punks mexicanos, ex chavos banda e integrantes de agrupaciones musicales, como Desordena2, Falsa Imagen y Gérmenes, no iban a dar testimonio de nada menos que 33 años de punk (rock) en México, DF, zona conurbada y el resto de la hermosa República Mexicana?

Eso es precisamente lo que han hecho Álvaro Detor Escobar Toluco, integrante de diversos colectivos, colaborador de fanzines, organizador de conciertos y actual servidor público en la delegación Álvaro Obregón, y Pablo Cayetano Hernández Sánchez Podrido, autor de libros como La Historia del Graffiti en México, actor de videos punketeros, ex director de Radio Neza y actualmente gritante de Gérmenes.

“Más que una investigación en forma -explica Álvaro-, es parte de nuestras vivencias en la transición de rocanroleros que fuimos, a primeros punks de fines de los años 70 y principios y desarrollo de los años 80. Hicimos el libro porque pensamos que el movimiento de rock en México, salvo excepciones, está muy mal documentado y, por ejemplo, muy pocos hablan con rigor de los hoyos fonquis, que fueron y son caldo de cultivo del punk, excepto Carlos Monsiváis en sus Escenas de Pudor y Liviandad: “Soltar Vapor: La estética de la Naquiza” y tú y Herbé Pompeyo, en un especial de rock mexicano que publicó en los años 80 la revista Playboy”.

El punk en México, luego de recibir influencias de americanos e ingleses, es tratado en 16 capítulos en términos de origen, pandemia, filosofía, tocadas, moda… desde la explosión con los Sex Pistols en 1976, hasta la aceptación de la “paternidad” americana de Los Ramones, de quien Johnny Rotten y banda ¡eran fans! Alguna vez Juan Villoro mencionó que en México de fines de los 80 el punk llegó a ser una marca de zapatos. “Mucha gente uso esos zapatos -acota Álvaro- si mal no recuerdo, eran de la marca Canadá y su publicidad decía ‘Ponte punk, ponte Canadá’, hasta que aparecieron los primeros discos nacionales de Dangerous Rhythm y el del Primer Concurso de Rock de 1981”.

El hoyo fonqui, también gastador de un baile totalmente original de chavos banda, marginados, punks y protopunks, es parte del rock mexicano, que mucha gente piensa que nada más es Caifanes, Maldita Vecindad y El Tri, y nada de eso. “Cuando vives -acota- en el movimiento punk, que tiene varias escenas, como las de las tocadas y las de las manifestaciones contraculturales y hasta chemísticas, el Tianguis del Chopo, la reconversión mercadológica del punk, sus códigos, estéticas y crónicas secretas… es otra cosa, y de eso habla el libro”.

Las facetas
También trata de arrojar luz bien documentada de la Onda Chicana, los chavos ante las razias, la mutación de los chavos bandas a punks, del pogo al slam, los punks como precursores del tatuaje, el hardcore y el grindcore y demás etiquetas sonoras; el tratamiento de los medios de comunicación al fenómeno, grupos, grabaciones y sellos discográficos más representativos del punk chilango y las “importaciones” de Guadalajara, Puebla, Querétaro, estado de México (Ecatepunk) y más latitudes del país y otras linduras, como el anarco punk, la faceta más radical del punk.

México Punk también explora el punk que vino de afuera (The Clash, Casuals, Pistols…), el concepto de territoriedad, su contexto subterráneo; el punk que se practica en la montaña, lo mismo que en los viejos tiraderos de Santa Fe y hasta la decadencia -y no dudemos de un cierto renacimiento- de esta cultura casi a ras de banqueta, con y sin patineta, “ganzos” emblemáticos de pelos engomados con puntas de colores y grupos mexicanos casi vueltos leyenda como Size, más el obligado recuento de los (d)años y prejuicios atravesados por un alfiler de seguridad.

Un libro que, dicho sea de paso, les dio con la puerta en las narices a los autores por parte de varias editoriales que, como explica Álvaro, sólo querían sacar provecho. En la suerte fallaron el INJUVE (que les dijo que no lo sacaba porque ahora la moda era el ¡bullyng! y hasta una editorial de la refresquera Pascual que, para sacarlo, les dijo que se tenían que caer con 85 mil pesos). “Cuando vives en el punk, sabes de qué se trata eso, porque para nada se trata de una simple moda. Total que mejor acabamos sacándolo nosotros como mejor pudimos, para no ser estafados”.

El libro, que se consigue en el Tianguis del Chopo (preguntar por el puesto de Álvaro) tiene un tiraje de mil ejemplares a un costo de 100 pesos que va a paso seguro. “Hemos vendido cerca de 300 copias y cada sábado en el tianguis vendemos entre 15 y 20, nada mal para el rock proletario y la gente que tiene varo, de un país que, en esencia, no lee”.

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